En el senderismo, como en la vida, no todos los caminos llevan al destino que buscamos. A veces, las rutas más accesibles y transitadas parecen la mejor opción, pero ocultan atajos engañosos que nos alejan de la verdadera experiencia. La historia de Mohammad-bin Tughluq en el siglo XIV nos recuerda que no siempre la solución más fácil es la más acertada.
El emperador intentó igualar el valor de monedas de cobre y bronce con las de plata. Como era de esperar, las de menor valor terminaron por desplazar a las más valiosas, generando caos en la economía. De esta situación nació la ley de Gresham, que explica cómo lo de menor calidad tiende a desplazar a lo de mayor valor cuando ambos circulan juntos.
En el mundo del senderismo y la aventura, ocurre algo similar. Las experiencias rápidas, superficiales y sin profundidad pueden parecer atractivas, pero rara vez dejan huella. En cambio, los caminos auténticos, los que nos desafían y nos enseñan, requieren un esfuerzo mayor, pero son los que realmente transforman.
Las rutas fáciles, pueden parecer una opción tentadora. Pero, al final, el verdadero valor está en el esfuerzo, la preparación y el compromiso con la calidad. Como montañistas debemos invertir en nuestra formación, en equipo adecuado y en elegir recorridos que nos aporten aprendizaje y superación. Descuidar estos aspectos nos lleva a caminos sin retorno, donde la calidad se diluye y la esencia de la aventura se pierde.
Caminar por la naturaleza no es solo un ejercicio físico; es una oportunidad para aprender, superar límites y descubrir paisajes que pocos han visto. En cada ruta bien elegida hay una lección, un reto y una recompensa. La pregunta es: ¿te conformarás con lo fácil o buscarás la verdadera experiencia?
